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Foto del escritorCANAID

La Torre de Canaid

La torre de CANAID no es de marfil. Es austera sin dejar de ser acogedora. Como aquella, tiene palabras grabadas en las vigas del techo. Algunas son antiguas, otras de ayer mismo. Pero todas actuales porque todas son necesarias: amenero, aletheia, allpa, geist, res, kalia, conatus maljut, politeia, nicht. Palabras griegas, quechua, inglesas, ashaninka, hebreas, latinas, alemanas, españolas, aimara.


Pero la Torre de CANAID no es la de Babel. Esa mezcla de lenguas no es ruido, ni cacofonía, ni disonancia. Sus muros protegerán a todo aquel que quiera guarecerse de tanto derroche de desorden y tanta emoción desparramada; de tanto menú banal donde se ofrecen reseteos disruptivos junto a dogmas edificantes. Cobijará a aquel que anhele una comunidad de conversación donde una alta ventana le permita ver un poco antes y algo más lejos. Un gabinete de calma para escuchar con atención y detenerse a distinguir las voces de los ecos. Conscientes, todos, en el fondo, de que la ética es una óptica y la libertad una visión clara como la que abren todas esas palabras verdaderas: amenero, aleteheia...


Así que la torre de CANAID ofrece refugio, pero no huida. Porque tras la mirada atenta, la reflexión audaz, la conversación pausada y los simulacros desarmados: habrá que volver y habrá que actuar.



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